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Audacia al cumplir nuestra misión

Voy a terminar, hijas e hijos míos queridísimos. Os he escrito con libertad, para despertar de nuevo vuestra memoria77, aunque conozco vuestro afán por ser fieles a la llamada del Señor.

Cumplid vuestra misión con audacia, sin miedo a comprometeros, a dar la cara, porque los hombres fácilmente tienen miedo a ejercitar la libertad. Prefieren que les den fórmulas hechas, para todo: es una paradoja, pero los hombres muchas veces exigen la norma –renunciando a la libertad–, por temor a arriesgarse.

La Obra os forma para que, con valentía, seáis –cada uno en su ambiente– hombres o mujeres de iniciativa, de empuje, de vanguardia. Debéis corresponder a esa formación con vuestro ánimo y con vuestro esfuerzo: sin esa decisión vuestra, de nada valdría la abundancia de medios espirituales. Recordad aquella leyenda, que se acostumbraba a grabar en los puñales antiguos: no te fíes de mí, si te falta corazón.

Sed decididos, tenaces, tozudos, porque no hay ningún no definitivo. Sed muy comprensivos con todos, procurando especialmente la unidad de los católicos. Si mutuamente os mordéis y os devoráis, mirad que acabaréis por destruiros unos a otros78, decía San Pablo. Hemos de conocernos y de amarnos, por tanto, los católicos.

Notas
77

Rm 15,15.

78

Ga 5,15.

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